lunes, 25 de julio de 2016

El punto medio

Tati es una experta en exponer extremos. El movimiento —cuando está— puede ser imparable, tanto  como tirado y quieto es su reposo. El habla permanente es una radio encendida sin pauta publicitaria y el silencio, prolongado e ininterrumpido. Ella pasa de un estado al otro con una facilidad sorprendente. De lejana, a pegada como sticker. No es fácil tolerar los extremos cuando se exponen de manera tan contundente. A mí me provoca la impotencia de verla “desencajada”. Pero si lo pienso dos veces, si a mí me importara un corno la mirada del afuera, ¿me portaría así? La mayoría estamos adiestrados para disimular los extremos. Si estoy tirada o agotada, me recuesto en la intimidad –no es nada “cool” andar sin pilas en una sociedad que vive a 220—. Aunque no tenga ganas, si me cruzo con alguien conocido le digo cuanto menos dos palabras: “¿Qué tal?” Los bostezos, como los remedios feos, se tragan…  Tati no. Ella te los zampa en la cara.
Como siempre, trato de darle la segunda mirada a lo que pinta como locura, para caer en la conclusión de que a fin de cuentas lo que ella hace es mostrar nuestra esencia sin tapujos. Pienso en el dicho del vaso medio lleno y medio vacío. Ese, que te sugiere que mires el vaso lleno e ignores el vacío, ¿lo habrá inventado un vendedor de bebidas? No digo que no tenga su sentido, pero…además de que ya estoy tan jodida que no logro dar por lógicos ni siquiera los dichos populares, voy a disentir. Banco a muerte ver el medio vaso lleno, pero no ignorando la mitad vacía. Que no esté del todo lleno además, tiene la ventaja de que es menos probable que me lo vuelque encima, para lo que soy naturalmente habilidosa. Lo vacío no es necesariamente malo. Solo es vacío, y además, está por la mitad. Nuestra vida suele transcurrir en esa línea media donde los extremos te asustan de un modo que te disparan para el lado contrario. La verdad es que puedo identificarme con Tati en ese sentimiento más absoluto, aunque haga lo posible por reprimirlo o disimularlo. Últimamente me siento así de extrema con temas como la tolerancia. Puedo empatizar con la discapacidad, enfermedad, con los tiempos lentos, pero de pronto, ante una estupidez como que me dejen pagando en una charla o me den vuelta la cara, me pongo fucsia de rabia.  Con temas un poco más vitales también reboto en extremos. Paso de ser una creyente devota (no de la religión), sino de: terapias, talleres, cursos; a no creer en casi nada: disiento y discuto HASTA EL DOS MAS DOS. Me creo la más profunda y al segundo, más rubia que la barbie. Rodeada de afecto y acompañada como en una colonia de piojos, a sola como una ostra. Calculo que encuentro el término medio bastante seguido, porque en general se me ve una persona cuerda. Pero tal vez, esa no sea la única manera de llevarla. Los extremos de Tati, puede que sean una representación más brutal de lo que nos lleva a la búsqueda del equilibrio. A veces mas riesgosa también. Lo que no hay dudas es que es sincera.
Miro con desconfianza las propuestas que llegan permanentemente con teorías tipo “LA felicidad de vivir”. Ahí sí que te ofrecen la alegría completa enfocándote solo en el vaso lleno. Y sigo convencida de que esa felicidad es falsa como dentadura plástica. La gracia, creo yo, es encontrar la belleza en el todo. Será más complicado, pero es más honesto con uno mismo y con la realidad. Entonces Tati, que pasa de un extremo al otro, del todo bien al todo mal, puede que sea mucho más cuerda que aquellos que me quieren vender la felicidad en sobre de azúcar.
Qué se yo…


lunes, 18 de julio de 2016

Orden y progreso

No me llevo bien con la rutina. Lo admito. Me asfixia de sobremanera tener todo predeciblemente en su lugar. Cada día elijo un camino diferente para llegar al mismo destino. Evito repetir salidas. Cuando en un negocio me reconocen y me saludan por mi nombre ya me empieza a entrar pánico. Supongo que este es el tipo de stress que experimenta el que sufre la condición opuesta y ante un esquema planificado surge lo imprevisto. Los extremos se tocan.
Hasta que tenés hijos. Ahí el fanático del orden aprende a aceptar una realidad que a veces  no se ajusta a sus cálculos y los espíritus libres del caos nos enfrentamos a la necesidad de establecer un poco de orden.
Porque 24 horas del dia son muy pocas para la cantidad de cosas que tenemos que hacer y -seamos sinceros- si súbitamente los días se alargaran un par de horitas más, nos las arreglaríamos para que no nos alcanzaran tampoco. ¡Pero claro! que el trabajo, las terapias, las actividades, las cosas de la casa… ¿de donde querés que saque tiempo para salir a tomar algo? “Y bueno, nena, es que tenés que organizarte”. En ese momento hay que respirar hondo y en vez de lanzar un improperio contra ese amable interlocutor, hacer un pequeño acto de instrospección y decir: “es verdad”.

"L'amour pour principe et l'ordre pour base; le progrès pour but" ("El amor por principio, el orden por base, el progreso por fin"). Por el caos puede ser muy divertido, pero la frustración de sentir que estar todo el tiempo ocupada pero al final no tener ningún resultado, no.
No tengo la receta de la felicidad, pero sí algunos tips que me han ayudado y por ahí le sirva a alguien más.


Inbox Zero
Esto me lo enseñó un superior que tuve cuando recién empezaba a trabajar en la empresa. Se aplica principalmente a la organización de emails, pero se puede aplicar en un sentido más amplio, a cuestiones prácticas que tenemos que enfrentar el dia a dia. La idea es despejar la mente de preocupaciones para que esté liviana y sea más productiva. El secreto es asignarle a cada “problema” la prioridad adecuada y a partir de eso ponerlo en su lugar, que no quede dándote vueltas en la cabeza distrayendote de lo que tenes que ocuparte en ese momento:
  • Si el problema es simple de resolver y podés tardar menos de 2 minutos en hacerlo, parás de hacer lo que sea que estés haciendo y lo resolvés. (ej: un cordón desatado, poner a cargar el celu, mandar un mensaje que diga “Ok”, ir a comprar algo al negocio de al lado antes de que cierre, etc). Problema resuelto, fuera de mi cabeza.
  • Si el problema es un poco más complejo, determinemos primero si realmente necesito hacer algo con él. (ej, crisis en medio oriente, esa amiga que otra vez se peleó con el novio, el futuro, la economía, los spoilers en internet, esperar un llamado, algo que quedó pendiente en la oficina, etc) No le estamos restando importancia, solo estamos admitiendo que realmente no hay nada que tengamos que hacer al respecto así que podemos sacarlos de nuestra cabeza. Chau. ¡Nos vemos en otro momento, problema!
  • Si el problema es complejo y definitivamente NECESITA de nuestra intervención de nuevo tenemos que decidir su prioridad. Si es algo que no nos va a dejar seguir con nuestra vida hasta que no lo resolvamos (cargar la SUBE, destapar el inodoro, conseguir un turno, pagar la factura de un servicio antes de que lo corten, bañarnos, etc) lo hacemos. Lo resolvemos y listo, chau de nuestra mente.
  • Si el problema es prioritario y no podemos resolverlo en ese momento, establecemos en que momento lo podemos resolver (mañana, hoy después de las 6, la semana que viene, etc) hacemos como un mini plan de cuando podemos ocuparnos activamente de ese problema. Una vez que tenemos el plan, lo dejamos ahí esperando al momento que hayamos decidido ocuparnos de él. Como ya hicimos un plan y sabemos que por el momento no hay nada más que hacer al respecto, lo sacamos de nuestra cabeza.


Tengo un teléfono con android asi que uso mucho el calendario de Google. Las citas y fechas importantes, los horarios de reuniones y terapias, todo lo tengo en el calendario con una notificación que hace que me ocupe de cada una de esas actividades en el momento adecuado, no antes.
Por supuesto que no existe el método infalible. Y lleva mucha práctica hacerse el hábito. También podrán decirme que no siempre podemos aplicarlo y que grandes problemas que te atacaran antes darnos tiempo a hacer todo este análisis… pero si aplicamos esto con el resto de los problemas, cuando caiga ESE problema, nuestra mente va a estar mucho más despejada y alerta, no en ese continuo estado de agotamiento constante de todas las cosas que “tengo que hacer” mezclado con las que “estoy haciendo” y las que “no se por que tengo en la cabeza”.


Agendas diarias
Esto es más viejo que la escarapela. Personalmente todos los años me compro una agenda que completo religiosamente hasta abril/mayo y luego siguen hojas en blanco hasta fin de año que termino usando para hacer garabatos.
Conocí hace un tiempo un nuevo enfoque de estas agendas, se llama Chronodex. Es simpático y visual, dos cosas que siempre me hacen feliz. Hay muchas maneras de aplicarlo, no hace falta hacerlo todos los días, pero es una gran ayuda para cuando te das cuenta que no estás teniendo suficientes resultados.
Es muy personal así que podés adaptarlo a tu manera de hacer las cosas. Lo importante es que combinado con listas de tareas, descubrimos que las horas del día están ahí siempre, si sabemos aprovecharlas.
De paso, está demostrado científicamente que tachar ítems en listas de tareas libera dopamina = te hace feliz. Así que ¡a ponerlo en práctica!
Sirve tanto  para hacer tareas pendientes como para organizar un momentito personal. Pintar un cuadrito de la agenda con “Dibujar”, “Tejer”, “Ver una peli” también está bueno.

Sistemas de recompensas
Más de uno de ustedes deben haber dado con esto. En casa todavìa no lo aplico con mi hijo más chico, pero lo probamos con el más grande, de 11 años, y conmigo (¡claro que si!) y está muy bien. El sistema consiste en asignar un valor positivo a las tareas realizadas, créditos, que luegos se canjean por premios. Jugar con la tablet o salir a comer fuera, se convierten en premios que “gastan” los créditos acumulados. ¡Es como un juego! Y como todo juego hay que definir las reglas de entrada. ¿Cuántos créditos gano por aprender algo nuevo? ¿Y hacer la tarea a tiempo? ¿Barrer la vereda? ¿Lavar los platos?
Claro que son cosas que siempre hacemos, pero registrarlas y asignarles un valor las visibiliza y uno no se siente tan inútil. Después de todo, las cosas malas que hacemos siempre saltan a la vista, registrar y celebrar las cosas buenas no está nada mal y nos permite darnos gustos sin culpas.
Existen varias apps para hacerlo más interactivo, especialmente con los chicos. Esta me gustó mucho https://www.choremonster.com/ se puede instalar en los dispositivos de padres y niños para ir asignando tareas y compartir los progresos.
Hacerlo en papel también está bueno, en un cuadernito que permita un registro histórico o en forma de carteles para pegar en la heladera o en la pared.


Esos fueron mis dos centavos sobre el tema.

¿Ustedes cómo sobreviven al caos?

lunes, 11 de julio de 2016

¡Dale, Harvard!



Acabo de leer una nota muy buena del blog “La tribu de los superpapás” que habla sobre los estudios no concluyentes del origen del autismo. La autora de la nota que les comento sostiene —y yo coincido— que apoya la importancia de la investigación, pero está harta de que circulen teorías absurdas e “indefinidas” de lo que origina al autismo, que en general lo único que hacen es culpabilizar y angustiar a los padres. ¡Pero síiiiii! Nosotras desde aquí también hemos tocado el tema en varias ocasiones. En esta oportunidad, pensaba que ya que estudiosos de tantas universidades grosas están dispuestos a teorizar lo que venga, desde aquí y con cariño les vamos a sugerir que investiguen estos temas que están buenísimos y que no sé a cuanta gente le pasa, pero a mí y un par más seguro que sí. Ustedes dirán:

  • Ya que hay tanto escrito sobre alimentación con/sin gluten, con/sin caseína, con/sin azúcar, con/sin sabor, etcétera; ¿no les gustaría investigar sobre la inmunidad de los niños del espectro autista? La mía, por ejemplo, se ha comido crayones, lápices y cosas del piso sin ninguna consecuencia en el estómago. Y sé de varios casos que se mandaron cosas más insólitas. Dale Harvard, un estudio de la tolerancia gástrica de las personas con TEA desde temprana edad, ¿no te copa?

  • La mayoría de las personas, especialmente si son niños, necesitan sí o sí dormir entre 8 y 10 horas por día. Sin embargo, me han tocado épocas en que la piba se levantaba fresca como una frutilla a las 3 de la mañana y dormirla de nuevo era dificilísimo. Esta experiencia parece bastante común entre pares. Los padres quedamos pelotudos, pero los chicos ¡no! ¿Quién querría investigar sobre el insomnio y la proporción inversa en capacidad adaptativa entre padres e hijos? Porque esto no creo que se herede, a menos que sea porque la mamá comió muchas galletitas en el embarazo, y ahí estoy fregada.

  • Esta está excelente, a ver quién me apoya: Tu hijo te siente el humor antes de que vos lo asumas. Tiene como una percepción súper aguda y sabe como pinchar para que salte o atenuar, según. Decime, posgrado en Dinamarca, ¿de dónde vendrán esos sextos, séptimos y octavos sentidos? Ufff, esta me asusta que se vengan con una respuesta más tipo paranormal, o una teoría de instinto primitivo animal. Pero no importa, manden las dos que los padres podemos angustiarnos con ambas.

  • El 90% de los progenitores de niños del espectro TEA están piruchos. Sí, sí, te puede dar fe la universidad de la Quiaca. ¿no querrán hacer un estudio de herencia genética ahí? Ojo, no dejen de tener presente que el 92% de los padres de niños neurotípicos están de la gorra, también. Digo, para que arrimen mejor el bochín.

  • Se hacen estudios que dicen y contradicen las teorías de las vacunas como causales del autismo. Me pregunto, ¿y si estudian porqué los chicos del espectro no se suelen enfermar muy seguido? Ojo, yo requete agradecida de que la mía no suele pescarse cosas feas y me toco la izquierda, pero capaz se puede teorizar.


Deben haber un montón de cosas más que se pueden estudiar, quédense tranquilos que si necesitan tema, hacemos un sondeo y buscamos. Entre tanto, si pueden dejar de circular teorías inventadas, como que si tomaste mucho/poco ácido fólico en el embarazo, si te tocó la época de la gripe A y el obstetra te obligó a vacunarte, si te tragás los carozos de la aceitunas, blablabla, se agradece. Que si vamos a leer teorías, mejor que sean piolas y no quemadoras de cerebros.





martes, 5 de julio de 2016

Reveldes con causa

Estoy muy contenta con los progresos de Víctor. Veo pasos gigantes en este último año. Está súper presente. Empiezan a asomar muy tímidamente y con un gran esfuerzo, algunas palabras. Nos busca, nos mira a los ojos, comparte sus emociones con nosotros, tanto cuando está feliz y nos abraza como cuando llora y nos lleva la mano a su rostro para secar sus lagrimas. En el jardín está todavía con horario reducido pero participando de muchas más actividades. Todos los que acompañamos su crecimiento y su aprendizaje estamos orgullosos. No solo porque va cumpliendo con los objetivos sino por todo el trabajo extra que hace para conseguirlo.
Pero desde afuera nos siguen viendo como seres incompletos. Siguen viendo a un niño que no habla y que grita cuando algo no sale como él esperaba. Siguen viendo a una madre que tiene que sacrificar su libertad para suplir las necesidades extras que él nunca podrá satisfacer independientemente. Un hermano mayor que se tira a menos para que le pueda seguir el ritmo. Una currícula escolar “adaptada” que no cubre los verdaderos conceptos básicos. En fin, ya no lo dicen porque creo que las campañas de visibilización están dando frutos, pero seguimos siendo, a los ojos del ciudadano medio, pobres víctimas de lo  que nos tocó en suerte.
Pero la desgracia no es el autismo, la desgracia es darnos cuenta, gracias al autismo, de lo rota que está la sociedad y todo el esfuerzo que ponemos a diario para encajar en ella. Yo soy una adulta responsable que paga sus impuestos y cuida de su familia. Sin embargo, cada día que pasa, siento el fracaso que somos como ciudadanos. Me duele cada minuto de felicidad que sacrifico para que “la cosa” funcione. Me duele cada rasgo especial que nos obligan a eliminar para “encajar”. ¿Encajar donde? ¿Qué tipo de estructura social estamos perpetrando donde todas sus piezas deben ser mutiladas para encajar en ella? En estos días me vuelven las ganas de tirar la toalla,  buscar una pequeña morada en el bosque y entregarme al Hakuna Matata. ¡Porque lo intenté! Sigo poniéndole ganas y trato de buscarle la vuelta, pero más me enrosco más ilógico lo encuentro. Pero eso sería quitarles a mis hijos la oportunidad de que sí lo entiendan, y no solo eso, puede que consigan la respuesta y se la puedan transmitir al resto del mundo. Puede que si nos quedamos un poco más, le encontremos la vuelta y ayudemos al cambio. O quizás no. Y resulta que en unos años ellos llegan a la misma conclusión y nos vamos todos al bosque.
Yo por las dudas empecé a ahorrar.