martes, 29 de diciembre de 2015

La llorona

Y yo que me creía más dura que Terminator. Si no uso delineador es de puro vaga, no porque tema que se me corra. Vaya a saber si tiene que ver con el cansancio de fin de año, la emoción, la impotencia de no poder revertir ciertas cosas (suena mal, ¡pero la siento!) la cuestión es que de a poco y sin que me diera cuenta, me convertí en UNA LLORONA. En situaciones varias y con mis tres hijos. Pero sobre todo cuando Tati está involucrada.

Quisiera contar el colmo de los mocos. Hace poco armamos una salida grupal con Tati y tres amigos de teatro. Fuimos a ver la función distendida de Shrek. Función distendida, es una iniciativa de The Stage Company para que las personas que a veces se pierden la oportunidad de ir al teatro por temas sensoriales o dificultad por adaptarse a ciertas normas, puedan disfrutar a gusto: no se apagan las luces ni se usa un volumen demasiado alto, se tolera que los espectadores se muevan y aplaudan o griten cuando les surja, en lugar de haber un intervalo se reduce a la obra a una hora y media para que la audiencia se la banque mejor. Y la verdad, funciona de maravillas. Shrek, bueno calculo que la conocen, es como la película,  ¡de lo más cómica! Pero en vivo y… mi papel fue patético.

Me emocioné cuando bajamos del auto y vi quienes estaban en la vereda. Era como estar en Planeta Tati: podía reconocer algún rasgo suyo en cada uno de los pibes. Uno aleteaba, otro tenía una miradita perdida, otro híper excitado de ver un cartel verde luminoso.

Se me pusieron los ojos brillosos cuando nos invitaron a entrar: el acomodador en lugar de mirarnos con cara de extrañeza (o de ojete), sabiendo de qué venía la función nos invitó pasar con una sonrisa. ¡Imaginate!

Me contuve cuando los chicos se sacaron una foto juntos al lado del cartel de la obra. Solo pensar en que hubiéramos logrado una salida con amigos, me provocó una tremenda emoción.

En un segundo Tati salió disparada para la otra punta. La atrajo otro afiche que estaba justo atrás de… ¡Eleonora Cassano! (sí, la bailarina famosa) Yo no sabía que manejar primero, si mi cholulismo o a mi hija que quería abalanzarse sobre el cartel. Opté por lo más seguro: atajé a la piba mientras ¡Eleonora me preguntó si necesitaba algo! Y no me estaba ofreciendo un autógrafo sino una mano…. ¿Aclaro lo de mis mocos?

Levantaron el telón y a los chicos se les iluminó la cara. ¡Buahhhh!
No los quiero aburrir. Faltaba que llore cuando eructaban a coro Fiona y Shrek y estaba lista.

Terminó la obra. Por si la reponen y alguno quiere ir  a verla, aclaro que los actores y la puesta en escena son un lujo. Para rematar mi estado sensiblero, la compañía de actores agradeció la oportunidad de abrir el teatro a TODOS, ofreció un aplauso al público y ya no me acuerdo que más, porque a esa altura mis sollozos hacían coro con los de las mamás de los amigos de Tatu.
¿Y los chicos? Se cagaron de risa, olvidate.

Me pregunto si lo que nos transforma es el tiempo, las circunstancias o qué cornos. Es cierto que, como dice mi vieja, en esencia las personas no cambian. No sé si ser de lágrima seca era parte de mi esencia. Quizás era solo que las tenía más guardaditas al fondo a la izquierda, como tantas cosas que uno a veces tiene dentro y no deja fluir hasta que la ocasión se da. Puede que en un tiempo me endurezca otra vez, o no. Pero en diciembre y por las dudas, no pienso ver ni la familia Ingalls, aunque la reestrenen en HD.

lunes, 14 de diciembre de 2015

El nene no ME come… (versión TEA)

Las mamás del planeta “Dis” tenemos la mala costumbre de hablar de nuestros hijos en primera persona.

Sí. Suena raro. A mi terapeuta le saca canas verdes, es una muestra clara de que una no separa bien lo que es de cada cual. Pero, cuando no se procesa desde el inconsciente al fluir de la palabra, salen frases de este tipo:

ME quedé sin colegio”—léase: mi hijo se quedó sin colegio, pero la que va a tener que recorrer los cien barrios porteños en búsqueda de una institución, lo va a tener que sostener en casa y organizarle la vida mientras tanto, soy yo.

ESTOY desorganizada”— léase: el nene no tiene sus actividades organizadas aún, lo cual lo tiene súper inquieto y estoy corriendo atrás de él todo el día.

ME miraron con esa cara de mierda”—léase: al nene lo miraron con una cara espantosa porque estaba portándose de manera peculiar. O me la fumo yo o le pego un bife al desubicado y me llevan en cana.

“No NOS invita un mísero amiguito a jugar a la casa”—léase: al nene no lo invitan sus compañeros, lo cual a me duele en el alma, aunque a él puede que le importe un pepino…o no. Al margen: si está integrado y no hay uno que haga el intento de invitarlo, ¡lo más deprimente probablemente sea el grupo!

En terapia insisto en que tengo clarísimo que los hijos y su madre (o sea yo—y no me vengan con que porqué hablar de tu hijo en primera persona y de una misma en tercera, porque no quiero encarajinar la cosa más de lo que está) somos personas separadas, pero este uso idiomático, entre afines, no se cuestiona. En el fondo sé que no es de lo más saludable. Digamos que es como el uso excesivo de hisopos, uno sabe que no es el ideal, pero si tomás la costumbre y lo tenés a mano le das sin asco. ¡No por eso te querés perforar el tímpano!
Puede que sea que las mamás nos apropiamos un poco de lo que les pasa a los chicos.

Quizás sea que le ponemos voz al que no tiene y lo hacemos desde un “yo”.

Cuando advierto estoy cayendo en este uso idiomático, trato de corregirlo. Por un lado, para no sentir que estoy pagando mis sesiones de terapia en vano, que bastante me cuestan. Por otro, por respeto a Tati, que ya está entrando en la adolescencia y convengamos que es una etapa donde los hijos no quieren estar tan ligados a la madre, ¿no?

Ahora bien, si estoy hablando entre madres y una me cuenta de su última visita con el nene al pediatra:

“El tipo ME quería rajar del consultorio, cero paciencia, cara de culo…con ese médico ¡no ME atiendo más!”, me olvido de la persona en que relata sin ninguna culpa y le contesto. “Que se vaya al carajo, ¡BUSCATE otro!”

martes, 8 de diciembre de 2015

Mi hijo, el más buenito

Cuando salta en la conversación el autismo de Víctor, normalmente sigue una mini-cátedra sobre lo que significa esa palabra. Trato de no hacerlo, pero finalmente termino ejecutando el cassette de introducción al TEA: “El autismo no es una enfermedad, es un trastorno de espectro, eso significa que abarca muchísimas cosas y por lo tanto no hay un individuo con autismo igual al otro. En el caso de Víctor…” bla bla bla. Paso entonces a comentar sus dificultades y sus talentos, trato de explicar por qué se dan esas dificultades y algunas de las cosas que tiene que lidiar diariamente cuando se enfrenta al mundo, etcétera.
Será que exagero demasiado sus dificultades o llegan amplificadas a las otras personas, porque cuando finalmente lo conocen, suelen largar frases del tipo “¡Pero se porta re bien! ¡El mío estaría haciendo un escándalo!” (lo que me lleva a pensar que quizás las madres en general sí, seamos un poco exageradas en cuanto al comportamiento de nuestros hijos).
Últimamente pareciera que pusimos tanto empeño en que Víctor se comporte de manera tranquila en lugares públicos, que la situación de la madre yéndose del lugar pidiendo perdón repetidas veces  con su hijo en brazos llorando encaprichado, resulta ser la contraparte neurotípica, cuando antes éramos nosotros quienes jugábamos ese papel. No es que seamos mejores madres y por eso fuimos bendecidas con niños que se comportan bien (que tampoco es así siempre, ellos también tienen sus días malos donde nada los consuela), tenemos mucha bibliografía y profesionales ayudándonos, tenemos un montón de kilobytes de texto consultado en internet, tenemos la bendita rutina y en nuestros bolsos de mano un kit de emergencia para cortar la ansiedad de nuestros hijos antes de que explote (en serio se siguen sorprendiendo que siempre “justo” tengamos globo o un pequeño juguete en la cartera en las salas de espera, colectivo, etc?). A veces de tanto hablar del autismo de nuestros hijos se nos pasa hablar de la infancia de ellos. Todos los pibes tienen sus dias de rabietas, días de colaborar y portarse bien (¡y nosotros también!). La diferencia con nuestros peques es que ante tanta frustración diaria, las explosiones de carácter suelen ser más seguidas, lo que nos lleva a los padres a pensar en una manera eficaz de reducirlas, anticiparnos a ellas, para ser todos un poco menos desgraciados.
Ante estas situaciones muchos padres me tiran el “¡Qué buenito que es!” con un dejo de envidia buena. La misma envidia buena que a la vez siento cuando veo neurotípicos portándose “mal” y haciendo travesuras, disfrutando de su infancia, mientras el nuestro aprendió a controlar sus ganas de gritar y correr por todos lados dibujando o jugando con el celular. Del “Perdonen, es que tiene autismo, le cuesta esperar” al “¡Señora, controle a su neurotípico!” a veces simplemente elijo un término medio en el espectro de la saludable hinchabolez infantil y le digo que no hace falta que se siente quietito al lado mio si tiene ganas de ir a corretear maleducadamente por el pasillo hasta que nos toque el turno, total él es buenito y cuando lo llamo “Victor!” viene sin protestar.

martes, 1 de diciembre de 2015

Las locas fiestas de 15

Todos tenemos nuestros rayes y obsesiones. Los que tenemos “habilidades sociales”, los disimulamos. Los que no los exponen ante la mirada reprobatoria del resto.
Fue el cumpleaños de Tati. Festejó con otros seis amigos adorables. Cada uno lució sus manías a gusto. Visto desde afuera parecía ser un festejo de locos. Yo que lo viví desde la idea, puedo dar fe de que lo era.
En una imagen general parecía un conjunto de soledades donde cada cual jugaba su juego. En una segunda mirada, podría hablarse de una conexión menos convencional pero más sincera, donde el abrazo no está dado cuando alguien llega o se va, si no cuando se les da la gana. Lo mismo que la palabra, la sonrisa, el aplauso, el salto.
No soy lo que se dice la “reina de los festejos”, por lo que el trajín de la fiesta me dejó mareada. Las ideas dieron vueltas como si hubiera tomado alcohol en vez de coca light, y de a poco me cayeron algunas fichas.
Pienso en cada uno de los chicos, sus diferencias y manías. Y tengo tantos conocidos con obsesiones similares, pero no patológicas, no no. Disimuladas y adaptadas.  

Rodri fue el primero en llegar al festejo. Salvo en momentos muy breves pasó la fiesta preocupado y ocupado por comer. Moverse no es lo suyo, salvo las flexiones de codo para arrimar comida a la boca. Su saludo vino acompañado por:
“¿No me traen un sanguchito o algo acá?”
Rodri tiene un tema raro con la comida…¿no?
Mi amigo Diego jamás diría semejante barbaridad. Pero es de los que en una fiesta calculan para no perderse un bocado de la recepción. También de los que deja de bailar un par de canciones antes de la tercera tanda para llegar primero a la mesa dulce “eso de andar empujándose por los crepes de dulce de leche, no da”.

Pedro se acerca a Tati, se le pone frente a frente. Sonríe a medias y se aleja. Pasa del centro de la pista al rincón más alejado. Aunque está en una esquina, no se le escapa detalle de la escena. Mi amiga Maru, que vino a decorar el salón de puro amorosa, se arrincona con él y le da charla. No soporta verlo distante. Para Pedro tal vez sea la distancia justa.
Pobre Pedro, quedarse ahí solo, mirando…
Recuerdo hace poco, en una fiesta de 15 a la que me invitaron, un grupo de 7 pibes se sentaron en un sillón, lejos de la pista de baile. Se dedicaban a chatear, buscar fotos y dar likes. El tiempo se les pasó volando. Cada uno en su pantalla.

Sofía quiere bailar. La música y su “jean cómodo” —frase que repitió como cuatro veces —son suficientes para que no deje de sonreír. Está atenta a la puerta de entrada. Quiere que la cierre. Cree que eso le garantiza quedarse bailando un rato más. La fiesta dura dos horas. El tiempo suficiente para que cuando su papá la venga a buscar, acepte ponerse el saco y se vaya con la alegría que llegó.
Qué loca esta Sofía repitiendo lo del Jean cómodo, ¿no?
En el fiestón que les contaba, Camila estrenó unos tacazos. Le hacían doler, pero le quedaban preciosos con su vestidito ajustado. Fue a mirarse al espejo del baño como unas cuatro veces con alguna testigo que reafirme “estás diosa”. Al cabo de 8 horas de fiesta, sus esfuerzos por disimular el dolor ya no servían de nada. Cuando su papá la pasó a buscar, se fue con una cara de culo que ni les cuento.

Lucas pasa de armar coreografías y que los demás lo sigan, a corretear al hermanito de Tati como Tom y Jerry.  Debe ser porque tiene síndrome down.
¡Habrase visto un varón con actitudes que pasan de la madurez a la infantilidad absoluta de un segundo a otro!

Maia, con esas pestañas de película, se acerca al fotógrafo e intenta manotear la cámara. Es seductora y decirle que no, se complica. La convencemos con un bailecito y acepta volver a su rol de modelo.
A quien se le ocurriría avanzar sobre su ídolo, ¿no?

Clara parece Floricienta. Es un despliegue de desfachatez. Posa, gira. En un momento queda culito para arriba y deja ver una bombacha tan colorida como toda ella. Eso dentro de un espacio de 10 personas donde vale todo.
Pero Clara, ¡no se anda mostrando el bombachón por ahí!
Las amigas de la quinceañera se calzan el minishort con media nalga al aire. El escote hasta el esternón y el pupo al viento.

Y Tati, la cumpleañera, hermosa e impecable, se mueve en terreno propio. Cuando quiere, se sienta en el piso. Mira las luces girar de cerquita. Baila. Hace rondas. Se acerca a Pedro, se deja abrazar por Clara y se agarra de la mano de Lucas. Corretea. Come con placer, tranquila de que siguió perfectamente la consigna de ser la princesa del baile y pasarla relajada.
Yo, en cambio, atenta y esperando no sé que más, me estreso y quedo agotada.
A la noche, al rato de haberla acostado le voy a  dar un beso convencida de que está dormida. Ella larga una risita, como si fuera su resaca de la fiesta. Después descansa como un tronco.
Esa noche yo no duermo.
Tanta locura me hizo pasar de rosca.
Está claro de donde viene el raye.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Ciclos

Una de las primeras cosas que empezamos a practicar cuando recibimos el diagnóstico y empezamos a trabajar a conciencia con nuestros hijos, es el armado de una rutina. ¡Rutina! Esa gran mala palabra que sepulta la vitalidad, la destructora de parejas estables, la anestesia de la la creatividad. Bueno, resulta que al final no era tan grave. La verdad que la rutina le hace bien a todos los niños pequeños para ayudarles a entender de qué va la cosa. Más adelante tendrán tiempo de patear el tablero y entregarse a lo inesperado, pero al principio lo mejor es tomarse las cosas con calma. ¡A preparar una rutina para el niño, entonces! Mientras más estructurado y planificado esté el día a día -nos dicen- menos ansiedad le generará, lo que lo predispone a un mejor aprendizaje.
Suena maravilloso y la verdad es que aunque a nuestro adolescente interior le cueste aceptarlo, la cosa parece funcionar. Pero la verdad es que por más planes y agendas preparemos, con dibujos, fotos o aplicaciones especializadas en la tablet, la vida encuentra la manera de salirse de las líneas trazadas. No todos los días son tranquilos y acordes al plan. Hay días en que sencillamente todo sale al revés. Y aunque la anticipación de los hechos pueda reducir la ansiedad de nuestros chicos ante lo desconocido, otros factores pueden desencadenar reacciones similares que muchas veces ni ellos ni nosotros podemos explicar.
Hay días en que lo miro y veo grandes avances. Recuerdo momentos en el pasado donde un simple obstáculo significaba un abismo de desesperanza en el que se dejaba caer y no había forma de rescatarlo. En cambio tiempo más tarde, ese mismo obstáculo es apenas un contratiempo que con un poco de esfuerzo y refunfuños se sobrepone. Entonces aunque a veces llore o comience una rabieta, no puedo enojarme ni sentirme mal, porque no puedo dejar de ver el vaso medio lleno.
Pero hay otros días. Donde no pasa nada particularmente malo. Quizás solo mira por quintillésima vez su DVD favorito, que me lo tuvo que pedir poniendo la caja en mis manos, porque aún no puede pedirmelo con palabras, pero me lo pidió. O veo pasar niños saliendo del jardín y con 3 años exhiben un léxico superior al de la mayoría de los adolescentes, y me resulta tan injusto que mi chiquito no haya podido disfrutar de esa experiencia y en cambio tenga que hacer terapias 4 días a la semana. Y aunque está todo bien se me llenan los ojos de lágrimas y no puedo dejar de ver el vaso medio vacío.

También hay días en que coordinamos y estamos mal los dos, pero como decía el anillo de Grondona: Todo pasa. No es el fin del mundo, solo es un dia malo. O dos. O tres. Porque la rutina como herramienta ayuda, pero como modo de vida asfixia. Y lo sentimos todos, de vez en cuando, y está bien. Porque quizás pateando el tablero entendemos que las piezas no son adornos inertes y que, sorprendentemente, podemos mucho más de lo que habíamos planificado en un principio.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Elegir un CET

Por Mariana Weschler

Odio los tips, pero de verdad que en este tiempo aprendí algunas cositas que me resultaron bastante útiles a la hora de elegir una institución para Tati. De entrada sabemos que esto de “elegir” tiene sus bemoles, pero me referiré a instituciones donde estarían dispuestos a que ingrese tu retoño. En estos últimos tres años debo haber visitado más de veinte, de donde saqué algunas conclusiones. Ojalá les sean útiles:
  1. Puerta: como en cualquier elección escolar, hay que hacer puerta para saber si el ambiente te va o no. Acá es mucho más difícil, en general los pibes van en transporte. Pero cada tanto hay padres. Es tu momento para tener información dura, ¡atacá!: “¿Hace cuanto que van? ¿Están conformes? ¿El pibe va/vuelve contento? ¿Cómo manejan situaciones complicadas? Blabla”. Por supuesto que es posible que tu criterio no coincida exactamente con el del otro. Pero al menos te asegurás de tener una opinión desde la vivencia, que no es poca cosa. Si no se da en la puerta, que se de en la reunión de padres.
  2. Entrevista: obvio que es importante, pero es como los políticos, prometer es fácil, actuar se ve en los hechos. Igualmente, hay cositas del discurso que ya plantean la filosofía del lugar.

           a) Si hablan de alumnos o de pacientes. Si se visten de ambo, de guardapolvo o de civil. No todos los CET se consideran a sí mismos centros de salud, muchos se conforman como centros terapéuticos o educativos. Desde mi filosofía, así vayan a aprender a limpiarse los mocos, todos son seres educables. Y en lo concreto de Tati, tiene una salud de hierro. Así que si busco un lugar, que sea de aprendizaje y socialización.

           b) Como se relacionan con el exterior: ¿salen? ¿Hacen excursiones? Este punto te muestra que flexibilidad y predisposición para poner el cuerpo tienen en el centro. Si promueven salidas e intercambio con los lugares y personas del barrio, para mí suman varios porotos.

           c) ¿Qué festejan? Parece una pavada pero ¡NOOO! Una cosa es que festejen el día del niño, la revolución de mayo o el día de la primavera. Otra que festejen el día del autismo. El tema da para otra nota que ya escribiré. En resumen, por mí que festejen fechas patrias, cumpleaños, día de la primavera. Lo que sea festejable y a lo que yo pueda dar letra en una cena familiar cuando cada cual cuenta qué hizo o qué le pasó en el día.

           d) Tocá temas un poco más sensibles. En realidad, no los había considerado “sensibles” hasta que me tocó. Pero en vistas de que en algunos lugares son complicadísimos al respecto, vale la pena puntualizarlos. Por ejemplo, si tu hijo es más adolescente, preguntá como manejan los días que las nenas están menstruando. ¿Lo hablan, lo consideran? ¿O los tratan siempre como bebés? ¿Entienden su edad cronológica? Seguro que a vos te preguntan y te piden los chiquicientos datos de tu hijo, más formularios y seguro de la obra social para ver como vas a pagar, etcétera. Vos también tenés derecho a preguntar.
  3. Personal: Este dato para mí es el más contundente. Es BUENA SEÑAL encontrar profes de distintas edades. Que los haya jóvenes Y ADULTOS. Si son todos pendex DUDÁ: o les pagan muy mal y la rotación es permanente; o ¿porqué es que ninguno se encariñó y se quedó ahí? La combinación de jóvenes y adultos muestra que hay profesionales encariñados con la institución y jóvenes que quieren aprender o hacer carrera ahí. También es válido mirarles la cara; un día de cara de culo puede tener cualquiera, pero un poco mirando a las personas que trabajan en una institución te das cuenta de si están contentos o no con lo que hacen.
  4. Comunicación con los padres y entre padres: ¿Arman listas de compañeros? ¿Cómo son las notas? ¿Se puede caer de visita en cualquier momento? ¿Alguien lo hace? ¿Cómo festejan los cumpleaños? Estas cositas son las que muestran si promueven la socialización, si están haciendo las cosas bien como para caer en cualquier momento y no encontrarte con ninguna situación rara…no es fácil andar pasando por ahí todo el tiempo, ni creo que sea saludable. Pero sí me parece necesario que sea un espacio abierto y donde promuevan el intercambio entre familias.
  5. Recorrido: Fichate paredes (carteles, solo pecs, cajones…) Chusmeá recreos. ¿Los escuchan? ¿Fomentan el intercambio? Las carteleras y los recreos son un claro ejemplo de cómo manejan los momentos libres, y a qué dedican sus esfuerzos.
  6. ¿Cómo te reciben? Parece una pelotudez, pero... El modo en que te reciben tiene que ver con el compromiso con el trabajo. Me la juego. Si en pleno invierno no tenés quien te abra la puerta porque llegaste cinco minutos antes del horario… ¡no me dan muy receptivos que digamos!
  7. Los límites: ¿Cómo marcan los límites de los espacios? Desde puertas abiertas a puertas sin picaportes (¡si! Parece que es un uso frecuente y casi me desmayo cuando lo veo). En cada sitio marcan los límites a su manera. Entiendo que en horario de clase o de trabajo, cierres la puerta del aula, pero que el límite del espacio solo esté dado por el encierro y no por la palabra un poco me da chucho….otro capítulo aparte.
  8. La población: ¿me lo imagino a mi hijo contento entre estos pibes? Y en esta, tratar de correrse uno y ponerse en el lugar del otro. Probablemente haga falta hacer la prueba concreta, pero es necesaria.
  9. ¡BINGO! Y de pronto te encontrás a una mamá que conocías de otra escuela en la puerta y …que alivio. Si ella, que coincidió en criterio durante mucho tiempo en la anterior, ahora está en esta, capaz que la pegamos J 

Esto del CET no es tarea sencilla. Para peor, es común tener que ir girando de uno a otro, porque cambian las reglas del juego, por la obra social, por el cupo o lo que fuere. Lo que sí te digo, es que no vale la pena desesperar. Hay muchos lugares, alguno que sea el que te deje conforme seguro que existe. Y cuando te parece que ya agotaste de la “A” a la “Z” te aparece el alfabeto chino con otros tantos caracteres nuevos para recorrer. Es cuestión de no desesperar, preguntar y buscar.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Detallistas al cuadrado

Por Cecilia Acevedo

A nuestros niños con autismo les adjudican numerosos superpoderes: oído fino, atención a los detalles, matemáticos prodigios, memoria fotográfica, etc. Lo que nadie sabe, es que convivir con ellos nos obliga a estar un paso por delante de sus acciones, anticiparnos a loque los puede dañar, a lo que pueden romper, a lo que puede desatar una crisis de 45 minutos de llanto. Discreta y calladamente no solo adquirimos alguno de los “super poderes del autismo” sino que a veces, los podemos poner en acción más rápido que nuestros propios hijos. Ya lo dijo TuSam “puede fallar”. Aunque a veces nuestros hijos nos ganen de mano, seguimos teniendo más superpoderes que la población media, solo que los llevamos discreta y calladamente hasta el momento en que son necesarios. Y aún asi, nos hacemos los Clark Kent y decimos que fue solo casualidad.
Como cuando un día en que se alinean los planetas y podés finalmente juntarte a tomar unos mates con esa amiga que hacía tanto no veías. Sin niños, solo ocuparse de conversar y relajarse nos deja en una situación extraña donde de repente nos sobra tiempo, como un mamá pulpo acostumbrada a usar sus 8 brazos a la vez, el dia que solo tenés que usar 2 el resto de los 6 se siente perplejo. Y casi sin darte cuenta mientras charlás le ordenaste  en los cajones los cuchillos que habían quedado sobre la mesada, guardaste en su estuche la laptop que había quedado abierta sobre la mesa, ubicaste en un estante más alto el esmalte de uñas que había quedado a tan baja altura, guardaste los fósforos en la alacena y a tu amiga en un segundo le sorprende como te apurás a volver a tapar la azucarera cada vez, aun sabiendo que sigue en uso y deberás volver a destaparla en la siguiente ronda de mate. A tu alrededor no quedan cabos sin atar y te anticipás a todo lo que sucede como quien espera el trueno luego del relámpago. Encontrar la aguja en el pajar es un juego de niños, así que nuestro deber es aprender a encontrarla antes que esos niños.

La tarde se nos va volando y nos despedimos con un “Qué lindo, ojalá se repita, aunque está complicado…” a lo que muchas veces nos retrucan “Pero venite con los chicos, no tengo problema”. Y ahí activás el scanner. Notás el exquisito gabinete estilo art nouveau, con un juego de copas completo heredado durante tres generaciones, mínimo. Ves el bellísimo jarrón de Cristal de Murano multicolor que estuvo ahí todo el tiempo, con sus flores intactas. No se te escapa el equipo de audio junto la TV (sin dedos de grasa o pintura marcados en su pantalla), con tantos botones y lucecitas. ¡Y cuántos adornitos chiquitos que tiene esta gente sobre la chimenea! Chimenea de verdad, con una pila de leña al costado y algo de ceniza en su interior, sin olvidar mencionar los atizadores, esas herramientas tan parecidas a espadas de… y por no empezar a mencionar los sonidos extraños de esa casa a los que quienes viven ahi ya se acostumbraron. Luego de un breve vistazo a ese futuro en una realidad alterna donde vendrías con tus hijos a esta casa tan bonita, respondés con un “No, está bien… mejor veo de venir un día que estén de la abuela…” o si realmente hay onda y ves posibilidades de que no huya espantada, le proponés que la próxima sea en tu casa, donde mamá pulpo, sus 8 brazos -y sus pulpitos- están en su tinta.

lunes, 26 de octubre de 2015

Filosofía marca ACME

Por Mariana Weschler

Las frases motivacionales vienen ganado terreno y de tanto insistir en que pueden ser un salvavidas, decidí buscar alguna que me ayude.  No soy fanática de Osho. No tengo la memoria de Doris (la pez de la película de Nemo) y las frases realmente piolas las puedo subrayar pero no retener. Para peor uso edulcorante, así que las frases de sobrecito de azúcar no están a mi alcance. Por eso decidí apelar a mi bagaje de conocimiento, que no será tan culto, pero bien vale la pena. Como una revelación se me apareció una del Gallo Claudio: “¡lanza la bola chico!” Este personaje la usaba cada dos por tres, no siempre con buenos resultados. Pero estoy segura de que en ciertas situaciones puede ser salvadora. En el diario autístico, la filosofía del Gallo Claudio puede ser una guía en ocasiones como éstas:
  • Ante miradas desagradables: estás con tu pibe en algún lugar público, bien puede ser… ¡la vereda! A tu retoño se le da por hablar solo, aletear o reírse como si fuera el conde Drácula antes de cenar. La fruncida de al lado te mira con esa cara de espanto que te da ganas de embocarla ahí nomás. Antes de irte a las manos, aplica el concepto de gallo Claudio y lanzá la bola: Devolvele la mirada con la misma amabilidad que te la han dado, si podés acompañala de una risotada tan fuerte como la de tu niño. No sé qué hará la fruncida, pero te aseguro que la cara ¡la cambia!
  • Cuando las sugerencias terapéuticas son casi una Misión Imposible: Por ejemplo, como a tu nene le encanta la música, te sugieren que lo lleves a un musicoterapeuta que tiene un grupo maravilloso. La actividad queda en Villa Oeste, vos vivís en Villa Este y el nene ya va a una escuela en Villa Sur. Pero te ceban, porque este terapeuta es un recontra capo irreemplazable y los logros serán incomparables. Nadie pregunta si tenés otros hijos, una vida, un horario, lo que importa es que no pierdas la oportunidad. Y claro, vos deseás el ansiado logro. Hacés las cuentas de cuánto tiempo y logística te va a llevar cumplir con esa meta, y más que llevar al chico a la terapia ¡te dan ganas de estrangularte con una tuba! Ahí, usá la filosofía ACME y antes de que te estalle en las manos “¡Lanza la bola chico!” Probá responder lo siguiente: “Si, estaría buenísimo llevarlo, pero si llego a esa terapia tan lejos y tan costosa, a esta no lo puedo traer más.  ¿A vos que te parece?” Si la terapeuta es capaz de abandonar su propio lugar por el otro, bueh, capaz que ese de Villa Oeste es realmente tan increíble como te lo vendió.  Y si no, buscaremos una alternativa más aplicable.

  • Cuando necesitás un salvavidas, porque no das más de nadar: De a poco te vas acostumbrando a ser una máquina de tomar decisiones por el otro. Pero, cada tanto te  empantanás con un tema: escuela, terapia, taller o lo que fuera. Te pasás la pelota de la derecha a la izquierda y no sabés para donde apuntar. ¿Será mejor que lo escolarice? ¿Qué no? ¿Más terapias? ¿Será mejor que tenga tiempo libre? Ese es el momento de apelar al  “¡lanza la bola!” Que para eso tenés tantos terapeutas y médicos alrededor. No van a decidir por vos, pero el equipo seguro que está ahí listo para atajar el pase. A veces somos nosotras que nos olvidamos de pedir ayuda, ¿eh?
  • Cuando no hay mejor explicación que la vivencia: No solo a los terapeutas, vecinos y demases se les puede dar el pase en momentos clave. En ocasiones a la mejor que le puedo tirar la pelota es a Tati. Para nosotras, una situación típicamente incómoda es en el ascensor. Si entra un muchacho guapo, sé que se le va a abalanzar. Antes de que el desprevenido se quede duro, la miro a Tati y le digo “ojito que ya vi tus intenciones. Antes de lanzarte sobre un muchacho, mínimamente tenés que presentarte”. El chico se ríe ¡y ya entró en la cancha! Lo que pase después, está dentro de un marco de buena  onda.


La frase es aplicable a muchas situaciones más, eso seguro. Aunque en las redes sociales abunden unas que suenan mucho más profundas y esenciales. Yo no sé si la respuesta a la búsqueda de la felicidad la tiene Osho. O si está en la reflexión de algún premio nobel de la literatura. Quizás esté en el arte de la respiración profunda —puede ser, sobre todo si el que está respirando al lado tuyo huele bien—. Ni siquiera estoy muy convencida de que sea el objetivo por excelencia. Lo que sí sé es que si te quedás con la pelota en la mano, el juego no se arma. Con bronca, con humor, con puntería o con torpeza, pero me parece que el Gallo Claudio la tiene clara, ¡lanza la bola chico!


lunes, 19 de octubre de 2015

Sobre recompensas y la pelusa del duranzo

Por Cecilia Acevedo

¡Te re- bancamos, Jimmy!
Foto sacada de esta otra nota.
Me llegó hace un par de semanas, como me llegan muchas veces noticias similares, la nota sobre Jimmy, un joven y talentoso músico con autismo. En ella vemos el trabajoso camino de Jimmy y su mamá, que desde el principio nadó contra la corriente para darle a Jimmy un futuro.
Nos encantan estas notas, por supuesto. Nos encanta ver chicos que nacen "con desventaja" que luego con perseverancia y trabajo duro, no solo alcanzan al resto sino que superan las espectativas promedio de cualquier individuo tengan o no necesidades especiales.
Por un lado nos da esperanzas, a todos:

  • "Si una persona con discapacidad pudo, yo, que estoy 'bien' podré también"
  • "Si ese chico pudo llegar ahi, el mío puede algun dia superar sus problemas de comunicación"
  • "Si mi hijo empezó peor que ese chico y ya está superando los mismo hitos... ¡Quien te dice que no me salga también una gran personalidad publica en el futuro!"

Claro que también se da a la inversa, muchos leen esta nota y tienen a creer que cualquier chico con autismo es en realidad un genio esperando a romper el cascarón y fascinarnos con sus super poderes autistas. Pero como nos pasa a los neurotípicos, no todos estamos destinados al éxito. Tenemos derecho, todos, a ser simplemente una persona común, feliz de ser quien es aunque no reciba condecoraciones o figure en los titulares de algun diario.
Tenemos derecho a ser una simple oficinista, maestra, albañil, programador, etc, modestamente efectiva en lo que hace.
Porque aunque sean unos pocos grandes genios quienes marquen la dirección hacia el futuro, somos las personas "comunes", las de todos los días, quienes hacemos el entorno de cada uno de los que habitamos este precioso planeta azul.

En estas notas, muchos exaltan la pasión del protagonista, de nunca rendirse y el gran esfuerzo que han de realizar para poder alcanzar sus sueños. También la abnegada entrega de su madre, que aunque todos le decian que era inútil, ella movió montañas y luchó contra la adversidad por su hijo (¿es que las madres tenemos otra opcion?). Y por supuesto, la desinteresada ayuda de muchos profesionales y maestros, que apostaron por esa persona aun cuando no fueran a recibir nada mas que la satisfacción de verlo conseguir sus sueños.

Me encanta, por supuesto, me fascina ver que otros vean lo que nosotros vemos en nuestros hijos. Su esfuerzo, su lucha, su capacidad, la felicidad de los objetivos cumplidos, la satisfacción de ser bueno en algo y la felicidad de poder devolvernos algo de todo lo que reciben de nosotros.
Pero por otro lado me entristece que esto se vea como algo ajeno, y de nuevo no hablo solo de niños con necesidades especiales. Se dice que se requiere un pueblo para criar un niño, pero en los tiempos que corren pareciera que solo se requiere una madre que se encargue de proveer a su hijo todo lo que este requiera siempre y cuando no moleste al resto de los ciudadanos que no tienen por qué sufrir las molestia presencia de estas criaturas ruidosas.
Todos los niños son responsabilidad de todos. Incluso de quienes decidan no tener hijos. Un hijo no es un capricho de quienes no tengan madera de triunfar en su carrera. No es un accesorio de moda. No es una mascota. No es un seguro de vida para tener quien te cuide cuando seas viejo.
Un hijo, un niño, es un individuo, que el día de mañana será maestro, artista, doctor, ingeniero, abogado, albañil, político, enfermero, asistente social o lo que se le ocurra. Los niños que hoy ves corriendo y gritando, el dia de mañana estarán tras un escritorio sirviendote o sobre tu cabeza proyectando los edificios que utilices o en el senado peleando por tus derechos o en el escenario deleitandote con su talento artistico.
Nos encanta ver violinistas virtuosos, pero detestamos oír al principiante haciendo ruidos.
Nos encanta que nuestro equipo de futbol gane torneos, pero no soportamos a los jovenes entrenando en el parque.
Nos encanta ver que un joven con autismo es el nuevo Einstein, pero no lo queremos en nuestras escuelas junto a los niños "normales".

En resumen, adoramos el exito y los laureles, pero no el esfuerzo colectivo que nos lleva a ello.


No tiene que ser así. Vos, persona sin hijos, persona con hijos "normales", podés ser parte de esta historia también. Mis hijos no te están quitando nada, al contrario: tienen mucho para darnos, como cada niño. A todos. Sólo necesitan un poco de nuestra confianza.
Se los aseguro: Lo vale.

lunes, 12 de octubre de 2015

Un camino sin GPS


Por Mariana Weschler
Los chicos pueden venir con un pan bajo el brazo, pero con un manual nunca y con un mapa, ¡menos! Cuando estás en el camino de la discapacidad, la ruta está menos señalizada que el resto. Es como tener que manejarte en una ciudad desconocida sin GPS. Sería algo así:

·         No circulás por avenidas donde todo está señalizado, vas por calles alternativas que puede que estén cortadas.
·         Cada tanto te toca parar en una esquina para preguntar direcciones, tomar calles deshabitadas procurando no meterte de contramano y dar vueltas en redondo.
·         Tenés que salir dispuesto a viajar sin apuro por llegar a destino. Lo que creíste podría ser un trayecto de días, puede que sea de años.
·         Desde que ponés el motor en marcha, debés tener en claro que puede que no llegues a ese lugar donde habías planeado sino que caigas en otro totalmente diferente. (Algo como que saliste en ojotas planeando ir a la playa y llegaste a la nieve)
·         Cualquiera sea el camino que te toque en suerte, tenés que evitar entrar en pánico. El susto es como el bostezo, ¡contagioso! Y no querrás transmitirle eso a tu pasajero.  Te diría que mientras tengas nafta en el tanque, ¡seguís para adelante!

Viajar sin GPS puede tener su lado interesante. A veces encontrás gente muy dispuesta a indicarte dónde estás, hasta puede haber alguno que se ofrezca a acompañarte.

Otros te desvían más de lo que colaboran.

Hay momentos en los que te las tenés que arreglar solo o esperar una señal.
Y cada tanto, cuando ya sentís que el motor recalienta, como por arte de magia, la indicación que tanto andás necesitando te viene del asiento de atrás del coche y es tu hijo el que puede convertirse en guía. El que te da una pista de por donde seguir. El que recarga el tanque como por arte de magia.

No es un drama, es un camino diferente. Y no es por descalificar ni mucho menos, pero es más fácil entenderlo cuando estás en el mismo carril. O al menos, cuando el otro tiene un ratito para detenerse, transitar por la calle más lenta o más vacía y ver un poco desde tu misma ventana. En cuyo caso, bienvenidas las propuestas de nuevas rutas.
Total en este trayecto, aunque andemos sin  GPS, estamos abiertos a vivir “recalculando”.



viernes, 2 de octubre de 2015

Yo no podría

Por Cecilia Acevedo

Como mencioné antes, tener un hijo con autismo no solo me enseño un montón sobre autismo, también me ayudó a ver la sociedad en la que vivo con otros ojos, y descubrir un montón de falencias, un montón de cosas que no terminan de encajar, pero que por resignación, costumbre o sometimiento, terminamos por normalizar y aceptar que lo que es, es como debe ser y cada individuo debe adaptarse a eso.
Todos sufrimos durante el periodo de adaptación, porque es cuando dejamos de hacer algunas cosas que nos gusta, para encajar mejor en esa sociedad funcional. Cuando tuve mi primer hijo, que no tiene ninguna condición extraordinaria, solo es un poco nerd y curioso, sufrí con él ese choque cultural, de un niño que nos traía asombro, ideas nuevas, un punto de vista diferente, la oportunidad de no estancarnos en lo mismo de siempre, contra un mundo que adora lo inamovible y que lo impredecible es siempre una amenaza del orden.
Por supuesto que tuve que encarar las cosas de diferente manera, no iba a permitir que mi hijo sacrifique su esencia por entrar en un molde aburrido, en supuesto beneficio del bien común; pero tampoco quería que él sufriera una suerte de lapidación social por mártir. Negociamos. Le di algunos tips de mi propia supervivencia y se podría decir que en mayor o menor medida, zafamos.
Cuando llegó Víctor la cosa se puso un poco más complicada. Sobre todo porque la falla del canal de la comunicación era todo un obstáculo. Desde que tiene conciencia, Víctor no entiende por qué el mundo es tan diferente a lo que él cree que debería ser. Y desde el principio mi mayor frustración residía en sentirme que estaba fallando en comunicarle que puede contar conmigo, y que lo vamos a superar, de alguna manera. 
Desde los primeros días, en que no entendía sus llantos, tan diferentes a los de su hermano y de otros chicos. Incapaz de poder utilizar los mismos métodos para consolarlo. Hasta que en un momento, de alguna manera, hubo un pequeño click y en una de esos esporádicos contactos visuales que tenía, me llegó su mensaje de ayuda. Y es simple: nadie llora sin razón.

Cada vez que lloraba trataba de expresar su frustración, como lo hace todo el mundo cuando una situación te supera, solo que nuestra programación cultural nos lleva a hacerlo en la intimidad y en lo posible sin que nadie se entere.
Sí, es de esas cosas que parecen tan simples pero
por una cuestión cultural no se te permite, hijo.
Ya te vas a acostumbrar... o aprender a lidiar con ello.
Una vez que empezamos el tratamiento, Víctor empezó a aprender a expresarse de otra manera y los llantos desgarradores de disminuyeron un montón. Así y todo, aún queda mucho por recorrer y los brotes en público todavía aparecen. Ya no duran 30 minutos, sino 5. Noto que antes él pretendía llorar hasta desaparecer cuando ahora quiere que lo traiga de nuevo a la tranquilidad. Pero para el observador casual no hay diferencia. Solo ve una madre que lejos de ponerse roja de vergüenza o gritando y azotando a su hijo desobediente, se pone a su altura y lo consuela en voz baja hasta que vuelvan las sonrisas y las canciones.

Muchos luego de ver esto y entender lo que se trataba, pasan de la indignación a la admiración: Increíble, cuanta paciencia, cuanta entereza, yo no podría...
.
.
.
¿Gracias...? Entiendo que es una forma de halago, una palabra de aliento ante una situación nada feliz por la que ninguno de los que estamos ahí querríamos pasar, pero con la que tenemos que lidiar. Claro que me molesta que grite y haga una escena, personalmente lucho todos los días contra una timidez paralizante y una hipersensibilidad táctil y auditiva. Pero lo que él está sufriendo para explotar de esa manera, es mucho peor, porque además no puede expresarlo. ¿Cómo enojarme con él? ¿Cómo no sentir un brote gigantesco de empatía?

Seguimos concientizando sobre autismo para que no nos tengan miedo y se den la oportunidad de conocer a estas personas increíbles. Pero creo que todavía el ciudadano común no termina de entender qué hacer con ello. ¿Qué hago con ese niño? ¿Lo trato normal? ¿Lo ignoro y espero que él dé el primer paso? ¿Le doy mis condolencias a su madre? ¡Ayuda! ¿Cómo manipulo el autismo sin que me explote en la cara? ¿Qué hago si explota?

Quizás como sociedad estamos demasiado condicionados por las instrucciones, al punto tal que no entienden de donde sacamos las madres de chicos especiales, las instrucciones para manejarnos tan bien. "Yo no podría" dice alguien que no tiene hijos pero quizás es maestra de un colegio, donde no sabría qué hacer si le toca tener un alumno como mi hijo. "Yo no podría" dice también el dueño del kiosko, que no sabría cómo dirigirse a un niño que pasa 10 minutos observando todos los paquetes buscando la única golosina que le gusta y sin poder expresarlo con palabras. "Yo no podría" dice un automovilista tocando la bocina 3 segundos antes de que el semáforo se ponga verde mientras chequea su celular. "Yo no podría" dice el dueño del pelotero que querés contratar para festejar su cumpleaños y al que le tenés que pedir que por favor no ponga la música tan fuerte y lo deje deambular cuando se satura.
Y supongo que yo pensaba lo mismo antes de tenerlo a él. No soy para nada como esas madres. O a su hermano, que tuve soltera. ¿Cómo voy a hacer?

Y si, se puede. Somos humanos, es nuestra esencia: nos la rebuscamos y podemos.

Pude yo. Puede él.

Podemos todos los que estamos en el baile. 

Podés vos.

Pueden todos.

Sí, sí que podrías.


No vuelvan a decirme eso.

sábado, 26 de septiembre de 2015

¡Por las Siglas de las Siglas!

Por Mariana Weschler

El mundo del autismo te lleva a aprendizajes varios. El primero y más básico es entender de qué se trata y ponerte en marcha. Pero después te toca aprender un popurrí inagotable de cosas. Entre otras, un diccionario completo de siglas. Una de las primeras con las que te cruzás, que debe ser la menos “padre friendly”, es el DSM XIV. A once años de que Tati tuviera su primer diagnóstico sigo sin saber muy bien de qué viene. Wikipedia explica que en psiquiatría DSM se refiere al Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Yo entiendo que es como el instructivo que determina si alguien cumple el requisito para tener un diagnóstico como: T.G.D. ¿Será que las siglas son como el dinero que llama al dinero y se reproducen con facilidad?
T.G.D. se refiere a Trastorno Generalizado del Desarrollo. A partir del diagnóstico escucharás la sigla hasta el cansancio. Tanto así que en algún momento es posible que termines creyendo que esas tres letras tienen un sentido lógico y claro para el común de la gente (y eso que para vos no termina de tenerlo) pero, ¡ojo! En cuanto pruebes darlo como diagnóstico en un aeropuerto porque tenés que evitar hacer la cola, o se lo comentes al almacenero cuando te pregunte “¿Qué tiene la nena?”, te vas a dar cuenta de que T.G.D. no está tan normalizado como decir puerto U.S.B., por poner un ejemplo. Para no dejarlo así tan solito y en el aire, a T.G.D. puede que le sumen de apellido N.E.: NO ESPECIFICADO. Si querés que te de una mano te lo traduzco yo: No te lo Esperabas, ¿eh?
Las siguientes iniciales famosas son: T.E.A. Trastorno del Espectro Autista. La reina de las siglas, porque la entienden en otros países de habla hispana. Eso sí, si ya entraron en el planeta T.G.D. Al almacenero tampoco lo hostigues con esta. A mi T.E.A. me suena a una incitación a que te lo tomes con té. Si querés mi consejo, a veces alguna bebida un poco más fuerte anda mejor.
El listado que le sigue son las abreviaciones terapéuticas. Si de adolescente preguntabas a una amiga para salir del paso: “¿Tenés un OB?” Ahora, una mamá amiga puede andar pidiendo: “¿Tenés T.O. recomendable?” T.O.: Terapista Ocupacional. OB ¿qué corno significará? Con la misma naturalidad podemos pasarnos datos de A.T.: Acompañante Terapéutico.
Si algún terapeuta habla de A.V.D. y no tenés idea de qué se trata, te cuento: son Actividades de la Vida Diaria. Por más grupos de A.V.D. que haya, te aviso que nada tienen que ver con los de A.A.A., que son para alcohólicos. Lo que tienen en común es que intentan que la persona se adapte al medio. Pero en los grupos de A.V.D. no creo que nadie ande contando sus intimidades, ya que ventilar lo propio no entra dentro de las normas clásicas de socialización.
Luego, están las asociaciones, que para no ser menos se nombran con siglas largas. Probablemente estén pensando en los padres, la importancia de ejercitar la mente y prevenir el alzhéimer. Están las mil y una organizaciones. De memoria, que no tengo tanta, recuerdo: PANAACEA, APADEA, CEUPA, AUPA, ASPAU, FESPAU... Muchas A, de Autismo, de Amor y de ¡Ayuda! Yo sugiero, si no recuerdan el nombre de alguna que querían contactar en breve, hagan uso de la mundialmente conocida S.O.S. que nadie sabe traducir pero todos entienden. De última –o de entrada está Google por supuesto. Que gracias a dios te responde con todas las letras.
Yo tengo algunas siglas propias que con gusto presto. Una, que viendo la cantidad de cursos que hay en el mercado para el fin debería patentar, es S.C.: Sentido Común. Créanme que el de cada uno es más confiable que varios de los consejos que andan de oferta.
Para tener a mano cuando un médico o terapeuta te sugiere cosas delirantes como que salga a correr maratones cuando el chico detesta moverse, o que coma zanahoria hervida en caldo de sapo para que esté más calmo, es T.A. Suena bien si no leés los puntos. En Uruguay sería como asentir. Pero entre nosotros podríamos traducirlo como “Tu Abuela”. Entonces, cuando te sugieren pelotudeces, vos contestás “¡TA!” (¡¡Tu Abuela!!!) con una sonrisa. Y quedás como un duque.
Ahora que se habla mucho de la condición autista, podés nombrar la propia con una sigla. Por ejemplo, advertís: mi condición es A.B.D.A.: Al Borde del Ataque. Así que ¡no enciendan la mecha por favor!
De uso frecuente y que me saca de algún intríngulis es A.M. No está referido a no madrugar, en cuyo caso usaría la archiconocida LPMQLP porque dormir me encanta. El significado lógico para mí es A Medida. Cuando siento que no hay un lugar para Tati o las cosas no funcionan para ella, le trato de dar vuelta a la mirada y entender que si ella excede al estándar, habrá que armar algo a su medida.
Y cuando con Sentido Común me doy cuenta de lo inmersa que estoy en una falta de sentido, dejo descansar a SOS, me despego un poco del diagnóstico TGD, apago los foros de grupos de las diez iniciales, e intento focalizar en las 7 letras del nombre de mi hija y hacer las cosas lo mejor posible, gastando letras a gusto en las palabras que se me dan la gana.
El vocabulario abreviado lo seguiré aprendiendo, pero tanto ahorro de palabras a veces creo que me hace perder V.T., Valioso Tiempo, y me R.L.P. Rompe las Pelotas.

Mariana
L.Q.L.P
(la que la parió ;) )